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Hay cosas que surgen, empiezan, afectan al mundo entero y nadie, y cuando digo nadie me refiero a persona o institución, es capaz de averiguar y señalar de forma certera el origen.

Nos encontramos en uno de los peores momentos de la historia moderna. El mundo entero sufre una pandemia que no acaba más que empezar y que no sabemos a dónde nos va a llevar, ni personalmente, ni en las relaciones sociales, ni mucho menos a nivel económico.

Pero todos, personas, estados e instituciones supranacionales debemos aprender de esto, y aplicar las medida necesarias para que esto no vuelva a ocurrir. Y si ocurre algo parecido, que no tenga las mismas nefastas consecuencias que ya está empezando a tener.

Hay instituciones que vigilan, o eso promulgan, por el cumplimiento de los derechos humanos. Organismos internacionales que gestionan, por decirlo de alguna forma, el desarrollo de la economía a nivel internacional sentando unas reglas que deberían de ser de obligado cumplimiento para todos. Sin embargo, aquí han pasado muchas cosas por las que igual habría que pedir explicaciones. Y responsabilidades.

El COVID19, nuestro ya manido coronavirus, es una zoonosis, es decir, un virus que surge de un animal y contagia a un humano. Al menos, así lo entiende mi ignorancia en materia de Medicina y Biología. Pues bien, esto sucede en un país que si brilla por algo, es desde luego por no tener los controles sanitarios en la alimentación que sí se le exigen a otros países. Por ejemplo Europa. ¿Alguien recuerda aquellla leche para lactantes contaminada?

Un país, que a base de explotación laboral, míseros salarios y condiciones infrahumanas de los trabajadores, se ha convertido en la fábrica del mundo. Un país que no duda en aplicar la mano más dura que podemos imaginar para que la población no se salga del redil, ni opine, ni proteste, si siquiera se informe… Un país que solo busca el negocio, aprovechándose de cualquier circunstancia para obtener réditos llegando incluso a fabricar test para detectar enfermedades que no funcionan porque lógicamente, los controles por los que pasan son los que son. Esto se llama fraude, y si esto hubiera ocurrido en algún país europeo, a saber qué consecuencias podría llegar a tener, pero, el gobierno de ese país se limita a decir que la empresa no estaba homologada. ¡Ah vale!, entonces ya está, no pasa nada…

 

Estamos viendo como hay empresas que tienen que cesar su actividad en España porque no les llegan los suministros desde China, que, repito, es hoy la fábrica del mundo.

Pero lo es porque hay países donde las normas son mucho más flexibles que para otros, o porque simplemente, no existen y el mundo occidental capitalista se aprovecha de ello para producir a más bajo precio y por ende, ganar más dinero.

Perdónenme los que piensen que estoy generando alguna polémica xenófoba. Nada más lejos de mi intención.

Lo que quiero decir, es que los controles sanitarios de España, o mejor dicho, que nuestras empresas de alimentación cumplan con unos estrictos controles sanitarios, cuestan un dinero y un esfuerzo a esos empresarios, pero esto tiene que ser así. Jamás nos hubiéramos comido ni usado para medicina en España ni en ningún otro país europeo un murciélago ni una serpiente contaminada que no hubiera pasado sus necesarios controles.  Y si ocurre, cae sobre la empresa y responsables todo el peso de la ley. Léase carne mechada.

Que los trabajadores puedan teletrabajar, tengan jornadas de ocho horas y un salario mínimo establecido por Ley es algo que evidentemente luego repercute en el coste de los productos y de la producción. Pero este es el mundo que queremos o, al menos, por el que esta vieja Europa, ahora más de capa caída que nunca, lleva décadas luchando..

Precisamente por esto, el mundo, es decir, esas instituciones internacionales, no deberían permitir que las reglas del juego no sean las mismas para todos, porque entonces, jugamos en distintas ligas y pagamos las consecuencias de distinta manera.

 

Si yo tuviera algún poder, desde luego que no permitiría que grandes industrias de un país no cumplieran las normas sanitarias y/o laborales que nos hemos impuesto en otros lugares. O no permitiría que esos productos entraran por las buenas y se comercializaran en mi territorio. Las consecuencias las estamos viendo en tiempos como estos. Las normas, para todos iguales.

Te comes un murciélago con un virus y se genera una pandemia mundial que arrasa con la vida de cientos de miles de personas. No cumples las mínimas normas laborales y eres capaz de convertirte en la fábrica del mundo, por lo que, evidentemente, China saldrá de esto rápidamente ya que ha sido el primer país en verse afectado y tiene recursos suficientes como para que las consecuencias económicas sean leves. Ya lo veremos.

Pero qué ocurrirá en África cuando esto acabe.

 

Vivimos en la aldea global y todos tenemos nuestras responsabilidades. Y hay que asumirlas. Y los estados deberían pedir responsabilidades. Y hablo de China porque es donde comienza esto, pero hay otros muchos países que tienen otras reglas del juego, que, lamentablemente, también nos afectan a los europeos de una u otra manera.


Si no, lo siguiente que podemos hacer es prepararnos para la siguiente pandemia, porque esto va a seguir. Y no lo digo yo, lo dicen expertos que sí saben del tema como Jared Diamond y Nathan Wolfe.

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